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El convento subterráneo de Bocairent

30, julio | Un poco de Historia
El convento subterráneo de Bocairent

Podríamos afirmar de la región en la que se enclava la Finca San Agustín que es una tierra de contrastes y de historia, un lugar lleno de secretos que, incluso a veces, se ocultan bajo tierra… Así ocurre, por ejemplo, en Bocairent. El convento subterráneo que allí se encuentra y que ha sido datado del siglo XVI, en el que habitaron monjas agustinas, es uno de los tesoros mejor ocultos de la localidad.

La relación de Bocairent con lo rupestre es conocida. El municipio tiene entre sus monumentos más preciados algunos como las conocidas Covetes dels Moros, de las que hemos hablado alguna vez: un conjunto de cuevas excavadas en el barranco de la Fos, y que se creen eran graneros construidos en época andalusí, un modelo de almacenaje traído de África. También se encuentra la Plaza de Toros, la plaza más antigua de la Comunidad Valenciana, que tiene una parte tallada en roca y que fue construido en 18. El terreno montañoso forma parte, así, del modo de vida de la localidad y sus gentes.

Desde su conquista a los árabes en el siglo XIII, Bocairent pasó a ser villa real. Tres siglos después, con el auge económico y demográfico que hubo en la época, y por iniciativa de mosén Melchor Ferre (con ese título se conocía a los clérigos en el reino de Aragón), se decidió construir un nuevo monasterio, que se cercó y se excavó en la roca. A este primitivo convento rupestre llegaron en 1556 seis monjas que venían desde Valencia, del Convento de la Esperanza, un lugar construido en 1509 y desaparecido a principios del siglo XIX.

Su modo de vida era la clausura, y seguían la Regla de San Agustín, que contenía el conjunto de normas que regulaban la vida monacal y contemplativa, como las horas de rezo, obligaciones como religiosos, o los asuntos morales, entre otros. Además, el convento se puso bajo la advocación de la Sacratísima Virgen María de los Dolores y de los Bienaventurados Reyes Magos.

En sus inicios, el monasterio era muy humilde y tenía pocas religiosas. Por su constitución, el lugar era ejemplo de sencillez, humildad y penitencia. Las monjas agustinas vivían en un recinto de unos 48 metros cuadrados tallado en la roca, unas dependencias a las que llegaba poca luz solar y que, como es lógico, tenía mucha humedad. Los visitantes pueden recorrer las estancias que allí habían: el vestíbulo, la capilla, un comedor con una chimenea o el respiradero que comunicaba con el exterior, y los dormitorios o celdas.

Sin embargo, seguramente ante este incómodo y lúgubre modo de vida, las religiosas terminaron por abandonar el lugar dos décadas después y se trasladaron a la casa que mosén Melchor Ferre les había legado, unas viviendas que se encuentran encima del convento primitivo.

Las estancias del convento subterráneo fueron utilizadas para oración hasta el 1700, año en que fue sellada la cámara rupestre, ya que se construyó un segundo convento. Posteriormente, en 1902, se creó la edificación del actual monasterio, que sustituyó el anterior convento.

Actualmente, el monasterio se puede visitar, junto con su convento subterráneo. Desde la Finca os animamos a que descubráis cómo vivían estas monjas agustinas en el siglo XVI y también a descubrir el resto de Bocairent, una ciudad medieval enclavada en medio de la montaña, con cuevas de origen bereber, un casco antiguo con encanto, antiguas ermitas y monumentos singulares. 

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